EL CAMINO DE LA CABRA
Había una vez una cabra que sufrió algunas metamorfosis. Primero fue gusano de seda que al desplegar sus alas y volverse mariposa el mundo se llenó de colores y de enigmas. Sobrevoló por todas las flores para extraer de ellas su mejor néctar. Después, se fue transformando en águila, en hiena, en guerrera. Logró salir viva de su peor batalla para convertirse en pájaro. Pájaro herido. Llevó tiempo, muchas lunas cicatrizar las heridas del cuerpo y las del alma. Buscó refugio bajo distintos cielos, se perdió junto a otra bandada de pájaros tan lastimados como ella. Hasta que llegó la hora de transformarse en conejo y tener cría, sin embargo una parte de su existencia se había anestesiado. Finalmente murió para renacerse en cabra, cabra de monte y cabra de llanura sin olvidar todas sus vidas anteriores. Entonces, se le fue el miedo y comprendió el significado de la palabra libertad. Comprendió, que el afán de buscar hace que nunca encontremos. Comprendió, que el único terreno firme y fuerte es su alma, que sólo desde esa soberanía puede compartirla. Comprendió, que el absoluto no existe. La felicidad no existe, el amor, la armonía, la paz y su viceversa no existen. Lo realmente valioso es su instinto animal y su audacia, reconocerse en el amor, pero también en la ira, no negar su propia naturaleza y echarse a trotar sin miedo. Sobre el fuego o sobre la espuma, sobre el pétalo o sobre la orilla de la más filosa piedra, con risas o con lágrimas pero en plenitud. Hoy, esta cabra ya no teme, ya no espera, no se resigna. Es libre.
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